martes, 1 de diciembre de 2020

Religión, historia e identidad nacional en el Ateneo de Madrid (1875-1898)


El Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid es una institución fundada en 1835 por miembros de la Sociedad Económica Matritense y existente hasta nuestros días. Desde su fundación, y a lo largo del siglo XIX, fue independiente del Estado y se sostenía económicamente mediante las aportaciones de sus socios. Su objetivo era reunir a la sociedad civil de la capital con fines culturales: tanto ilustrar mediante cursos y conferencias, como fomentar discusión sobre hechos de actualidad en sus debates. Como los demás ateneos, liceos y círculos impulsados por la sociedad civil en el resto de España, no eran sociedades con carácter puramente científico o erudito. Sus socios eran profesores universitarios, abogados, miembros las instituciones oficiales, como la Real Academia de la Historia, o de los partidos Conservador, Liberal y Demócrata, así como de instituciones alternativas al orden vigente, como la Institución Libre de Enseñanza. Esta variedad de procedencias dio al Ateneo su influencia en la intelectualidad del momento y su carácter representativo del abanico liberal español del último cuarto del siglo XIX.

En sus debates, conferencias y discursos, los socios reflexionaron sobre el concepto de nación, la importancia del factor religioso y los caracteres de la identidad nacional. A pesar de la diversidad de posturas políticas representadas en el Ateneo, sí existió un consenso en esos tres temas de debate. No hubo una polarización radical en el modo de pensar la nación y su historia. Puede hablarse de un relato liberal con matices internos. Estos matices nacen del modo de valorar cada elemento del pasado. Los distintos oradores están de acuerdo en los hechos del pasado que constituyen la nación, pero difieren en la valoración del pasado, generalmente, según su postura política presente. Por ejemplo, coincidieron en la importancia de la religión católica en la forja de la nación en la Reconquista, pero valoraron de manera distinta su cercanía a la política durante la Edad Moderna.

En el concepto de nación, liberales y conservadores coincidieron en entenderla como algo objetivo, forjado a través de la historia. La tradición tiene para todos una enorme importancia, pues, sin pasado no se puede forjar una identidad ni un proyecto de futuro. La diferencia yacía en qué elementos de ese pasado señalaron como tradición que mantener. Para unos fue la Corona y las Cortes, para reforzar la cosoberanía propuesta por Cánovas del Castillo en la Restauración; para otros, las libertades medievales y las Cortes que limitaban el poder real, pues justificaba su lucha por ampliar el sufragio a finales del siglo XIX.

Los dos aspectos más destacados por los oradores en la definición de la identidad nacional fueron la decadencia y la libertad. Todos, progresistas y conservadores, estuvieron de acuerdo en la existencia de la decadencia desde el siglo XVII. La diferencia entre ellos se encontró en la causa de esa decadencia: el fanatismo religioso Austria o fanatismo del pueblo español, la excesiva ambición de la Casa de Austria, la influencia extranjera llegada con las dinastías Austria o Borbón y la pérdida de las libertades medievales. Existió una crítica general de los progresistas y republicanos a los Austrias, mientras que los conservadores trataron de limpiar su memoria. Esta tendencia fue propia de los historiadores conservadores de la Restauración. Su objetivo era subrayar la unidad y orden logrados con los Austrias y lograr un paralelismo con lo que pretendía Cánovas con el sistema de la Restauración.

Finalmente, en sus discusiones sobre la libertad en la historia de España todos los oradores admiraron la representación en las Cortes medievales; si bien, unos por limitar el poder real y otros por ser inspiración para la cosoberanía pretendida en la Restauración. A pesar de esta coincidencia, sí existió división, aunque no según postura política, en el origen de la libertad perseguida en las Cortes de Cádiz. Unos la creyeron autóctona, sucesoras de las medievales y otros producto de la influencia francesa a principios del siglo XIX.

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