La universidad se encuentra ante la mejor ocasión de recordar a las ciencias los fundamentos inmateriales pero reales de lo que existe.
El 4 y 5 de
marzo de 2020, tuvo lugar en el campus de Madrid de la Universidad de Navarra
el Simposio Esfera Pública y Religión. Relaciones mutuas en la Historia,
Educación y Sociedad, organizado
por el Instituto Cultura y Sociedad (ICS).
Los asistentes
han conformado una representación de todas las generaciones de investigadores y
docentes académicos, de varias disciplinas universitarias y de diferentes
universidades de cinco países.
El programa
estaba muy bien trazado, engastado sobre un recorrido cronológico que ha
servido de soporte para la profundización en el debate intelectual. Las
dimensiones social y religiosa del hombre y se reflejan en la vida civil, y en
el derecho que la regula. Desde las dificultades de conciliar conciencia,
libertad y poder estatal en autores como Kant, Weber y Nietzsche hasta la
pedagogía del Aprendizaje – servicio (Service – learning) de sello ignaciano en
las universidades jesuitas en el siglo XXI. El mundo educativo se convierte en
actor de primera línea para la base de convivencia política y social que
incluya el fuero interno.
El debate final
reclamó la presencia del Maestro en las leyes y su inclusión en los requisitos
de calidad que valoran los ránkings de universidades. La financiación
económica, pública y privada, se reveló fundamental, ambas en iniciativa
integrada. La posmodernidad exige superar el atrincheramiento de la ciencia en
lo puramente empírico; las ciencias naturales reclaman salir del positivismo
científico declarado insuficiente.
La
supervivencia de la universidad y la crisis sobre su misión es un hecho. Las
nuevas formas de adquisición rápida de información parecen poner contra la
pared a la reflexión y el estudio, actividades del docente e investigador
universitario que necesitan tiempo para formar un poso de cultura. En efecto,
un diagnóstico
Precisamente
éste es su momento fuerte. La universidad se encuentra ante la mejor ocasión de
recordar a las ciencias los fundamentos inmateriales pero reales de lo que
existe. Este impulso abre a la física, la genética, la inteligencia artificial…
La excelencia que sobrepasa el conocimiento puramente empírico, porque no
satisface el asombro y curiosidad de la mente, del corazón. El natural espíritu
creador del hombre sólo se conforma con lo que le abre a la conquista de lo
infinito.
Lía Viguria Guerendiain
Universidad Rey Juan Carlos
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